10. Toxicología

Coordinadora: Dra. Rubí Hernández Sánchez


Intoxicación por dióxido de cloro

Dra. Sara Alejandra Cerda Mendoza, Dra. Rubí Hernández Sánchez


En diciembre del año 2019 se identificó un nuevo coronavirus en una ciudad de China, que se extendió rápidamente por todo el mundo y cuya importancia reside en el gran número de casos de neumonía, de síndrome de dificultad respiratoria aguda y de disfunción multiorgánica que ha causado.

En un esfuerzo por encontrar tratamientos eficaces para contrarrestar el virus y así disminuir sus complicaciones fatales, se han probado múltiples agentes terapéuticos con diferentes niveles de evidencia médica, sin embargo, también se han promocionado en el mercado una considerable cantidad de productos que prometen “curar” este virus, entre ellos el dióxido de cloro (ClO2).

El dióxido de cloro es un gas manufacturado de color amarillo-rojizo, con característico olor a cloro, inestable, altamente reactivo (potente oxidante) y potencialmente explosivo. Para su preparación se hace reaccionar clorito de sodio (NaClO2) con ácido clorhídrico. Cuando se agrega al agua se disuelve en ella en lugar de ser hidrolizado y, una vez que se forma la solución, se descompone en cloro, clorato y clorito, siendo este último también un compuesto muy reactivo.

Se utiliza como agente blanqueador en fábricas de papel, como esterilizador de herramientas, superficies y habitaciones, y en plantas de tratamiento de agua para su potabilización, por lo que la mayoría de la población está expuesta a pequeñas cantidades de dióxido de cloro y clorito al beber agua tratada con este compuesto (concentración máxima de hasta 0.8 mg/L).

Sin embargo, desde hace varios años (su venta inició en Estados Unidos en el 2006, extendiéndose posteriormente a otros países), este compuesto ha sido promovido como agente terapéutico para la “cura” (MMS-Miracle Mineral Solution) de distintas enfermedades como el paludismo, la diabetes, el asma, el autismo, la infección por VIH, el cáncer y, recientemente para Covid-19. Esta solución se prepara mezclando clorito de sodio y un ácido (que puede ser cítrico o clorhídrico) y posteriormente se agrega a un litro de agua para su consumo. Cabe mencionar que, hasta el momento, no existe ninguna evidencia científica que demuestre su eficacia ni seguridad como tratamiento para la infección por SARS-Cov 2 ni para alguna otra enfermedad, es por ello, que se comercializa por fuera del canal farmacéutico y no cuenta con la regularización ni la aprobación de las autoridades sanitarias, asimismo, a nivel internacional diferentes organismos de salud han alertado de los riesgos para la salud que implica su consumo.

Por otro lado, existe la Solución Acuosa de Dióxido de Cloro (CDS), estandarizada por el biofísico e investigador alemán Andreas Ludwig Kalcker, que contiene dióxido de cloro disuelto en agua a una concentración de 3 000 ppm (mg/L) cuyo mecanismo de acción se basa en el proceso de oxidación selectiva que desnaturaliza las proteínas de la cápside del virus. Se ha estado utilizando como alternativa de tratamiento para pacientes con Covid-19 en muchos países del mundo, sin embargo, tampoco cuenta con suficiente evidencia en la literatura científica para indicar su uso en la profilaxis o el tratamiento de los casos de Covid-19 de cualquier gravedad, ya que para aprobar una sustancia con fines medicinales ésta debe cumplir con los estudios clínicos de las fases I, II y III tras lo cual se deriva a instituciones como la FDA o la Cofepris, que tras exhaustiva revisión la aprueban o desaprueban.

Con respecto a la exposicion al dióxido de cloro, la Agencia Europea de Productos Químicos señala que esta sustancia es fatal si se inhala y tóxica si se ingiere, pudiendo causar irritación y quemaduras graves en la piel y daño ocular grave (lesiones cáusticas graves con destrucción de la córnea). Si se respira aire con gas de dióxido de cloro se irritarán nariz, garganta y pulmones produciendo tos, odinofagia y/o disnea. Si se ingieren grandes cantidades, tanto el clorito de sodio como el dióxido de cloro son fuertes irritantes de las mucosas, dañando directamente sus estructuras celulares por su potente acción oxidante. El clorito de sodio al ser ingerido y ponerse en contacto con los ácidos gástricos, produce dióxido de cloro que tiene efecto cáustico sobre la mucosa gástrica. Por su parte, el ion clorito desnaturaliza las proteínas del epitelio digestivo y puede causar quemaduras químicas tanto en esófago como en estómago, además de que es absorbido por difusión pasiva hacia la sangre donde oxida el hierro de la hemoglobina formando metahemoglobina.

El cuadro clínico tras la ingesta o exposición a este compuesto puede incluir manifestaciones en diversos órganos y sistemas, como se describe a continuación:

En cuanto al tratamiento de la intoxicación, actualmente no existe ningún antídoto especifico, por lo que dependiendo de la via de exposición, se pueden realizar diversas medidas que ayuden a disminuir los efectos adversos de dicha sustancia:

Ocular: lavado con irrigación de solución salina durante por lo menos 20 min. Valoración por oftalmología.

Cutánea: lavado con abundante agua fría por lo menos durante 15 min y tratarla como quemadura química evaluando su grado.

Inhalación: evaluar permeabilidad de la vía aérea y vigilar niveles de oxigenación, nebulizaciones con solución salina isotónica y, en caso necesario, agregar medicamentos (esteroides, broncodilatadores).

Ingesta: NO realizar lavado gástrico, ni usar carbón activado. Ayuno, mantener hidratación parenteral, uso de inhibidores de la bomba de protones y sucralfato. Solicitar radiografía simple de tórax y abdomen, biometría hemática, gasometría y endoscopia (12 a 48 h posteriores a la ingesta). Tratamiento sintomático, monitoreo continuo.

Para la atención se recomienda uso de equipo personal de protección (EPP): mascarilla, gafas y guantes de nitrilo.


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